Hígado y Vía Biliar

Hígado y Vía Biliar

Nuestra máquina de desintoxicación y nuestro órgano favorito cuando salimos de fiesta.

Se va a encargar de regular nuestro metabolismo y nuestras reservas de nutrientes, además de filtrar nuestra sangre. Producirá la bilis, crucial para la correcta absorción de grasas a nivel intestinal.

Histología del Hígado

Comenzamos nuestro estudio de la máquina de detoxificación de nuestro cuerpo.

La unidad básica del hígado es el lobulillo hepático, que clásicamente tiene una morfología piramidal de seis lados, delimitados por tejido conjuntivo con fibras colágenas de tipo I y III. El tema de los lobulillos lo trataremos más adelante.

El órgano está recubierto por la cápsula de Glisson, una serosa con mesotelio, excepto en la porción en la que se adhiere al diafragma. Es un tejido conjuntivo fibroso que se engrosa a nivel del hilio hepático.

En los vértices de cada lobulillo, encontramos los espacios porta, que son engrosamientos del conjuntivo que contienen la tríada portal de Glisson. En contraste, en el centro de los lobulillos encontramos la vena centrolobulillar.

Los hepatocitos se disponen radialmente a la vena centrolobulillar formando hileras de una sola célula de grosor que llegan hasta la periferia del lobulillo. Los huecos que quedan entre estas hileras o cordones hepáticos están ocupados por sinusoides, que se conectan entre sí y drenan en la vena centrolobulillar.

Nuestras células hepáticas forman una “pared” que rodea al lobulillo por la periferia, denominada lámina hepática limitante.

También podemos ver vasos linfáticos, pero son muy finos y al no contener eritrocitos, son difíciles de diferenciar. Se encargan de recoger el exceso de líquido del lobulillo, que se encuentra en el espacio de Disse, formado entre los cordones hepáticos y los sinusoides. El espacio de Disse está lleno de tejido conjuntivo reticular, sobre todo colágeno tipo III. Dentro de la lámina limitante, está el espacio de Mall, donde el exceso de líquido drenado de los capilares linfáticos se concentra hasta salir al capilar linfático portal.

La tríada portal de Glisson está compuesta por:

  • Vena interlobulillar. Gran luz y capa muscular muy pequeña. Ramas colaterales hacia los lobulillos.
  • Arteria interlobulillar. Menor luz y túnica media más gruesa. Mismas ramas que la vena, además de unas subramas en ángulo recto que siguen el trayecto venoso.
  • Conducto biliar.

Hay que aclarar que las ramas de la arteria y de la vena se anastomosan para dar lugar a los sinusoides hepáticos; y que la circulación va desde la periferia (desde la vena porta) al centro del lobulillo (en dirección a la vena cava inferior).

OJO: la tríada de Glisson pertenece a 3 lobulillos distintos, pero solo afecta a la mitad de cada uno de los lados, ya que la otra mitad pertenecería al siguiente espacio porta.

Hepatocitos, Sinusoides y Células Intersticiales

Ahora trataremos los principales elementos mencionados en el apartado anterior.

Los hepatocitos tienen forma poligonal, con 6-8 caras. Tienen una vida media muy larga, de unos 150 días, y son muy regenerables y cruciales para nuestro metabolismo.

Gracias a sus caras, podemos distinguir varias regiones:

  • Sinusoidal o polo vascular. Comprende el 70% de la superficie. Se encuentra en contacto con el sinusoide a través del espacio de Disse. Es la zona de intercambio de sustancias entre la sangre y el hepatocito, y viceversa. Encontramos microvellosidades para aumentar la superficie de contacto, y vemos que no hay membrana basal. Las células endoteliales de los sinusoides presentan poros sin diafragma, con la membrana basal interrumpida al nivel de estos relieves.
  • Canalicular o polo biliar. Se trata del 15% de la superficie. Es la zona entre las membranas plasmáticas de dos hepatocitos adyacentes, donde se forma el canalículo biliar. Encontramos diferentes mecanismos que hacen que se cierre el canalículo y el espacio intercelular para que la sangre no se mezcle con la bilis; como son la zónulas ocludens, zónula adherens y un nexo de unión, en dicho orden. El citoplasma adyacente al canal tiene miosina y actina, proteínas contráctiles que sirven para impulsar la bilis a través de los conductillos.
  • Lateral. Comprende el 15% de la superficie restante. Aquí se ponen en contacto dos hepatocitos vecinos.

Tienen el núcleo en posición central y un nucléolo muy patente; además de un gran RER y ribosomas en el citoplasma. Su REL está muy desarrollado, ya que dicho orgánulo es el que lleva a cabo el proceso de desintoxicación de sustancias exógenas y endógenas. Además, encontramos entre 800 y 1000 mitocondrias por hepatocito debido a su papel metabólico.

Es nuestro almacén de glucosa del organismo, con partículas de glucógeno en el citoplasma; junto a aproximadamente 50 dictiosomas del aparato de Golgi diseminados por el hepatocito. En cuanto a la síntesis proteica, produce las proteínas séricas (albúmina, angiotensina…); y en cuanto a la síntesis lipídica, se encarga del colesterol y de las lipoproteínas plasmáticas.

Los sinusoides son un tipo de capilar situado entre las láminas de los hepatocitos, de lumen amplio. Las células endoteliales de los sinusoides están atravesadas por multitud de poros sin diafragma, como ya hemos comentado, con límites intercelulares muy abiertos y sin membrana basal en los poros. Permiten el trasiego de sustancias excepto los elementos formes de la sangre, que son demasiado grandes como para pasar.

Las células de Kupffer son macrófagos del sistema fagocítico mononuclear situados en el interior del sinusoide. Se encuentran apoyadas sobre las células endoteliales, pero sin establecer ninguna unión con ellas. Tienen una función centinela, y son capaces de producir prolongaciones que pueden atravesar el sinusoide para capturar agentes nocivos y así evitar un daño excesivo del hepatocito.

Las células de Ito o células perisinusoidales se localizan en el espacio de Disse. Son fibroblastos que tienden a estar llenos de gotas lipídicas (acúmulos de vitamina A), y son los encargadas de producir el colágeno tipo III. En situación patológica, la producción de estas fibras colágenas aumenta incontroladamente y se produce fibrosis hepática, que resulta mortal por la pérdida de función del órgano.

Lobulillos Hepáticos

Ha llegado la hora de hablar de los lobulillos propiamente dichos y de las distintas concepciones que tenemos para definirlos:

  • Lobulillo clásico, basado en parámetros estructurales. Es la fracción de parénquima hepático cuya irrigación es drenada por una vena centrolobulillar. Así, la circulación sanguínea es centrípeta; y circulación biliar, centrífuga.
  • Lobulillo portal, basado en la secreción biliar. Iniciado por el histólogo Mall a finales del siglo XIX. Es la fracción de parénquima hepático que drena su bilis en un conducto biliar. El lobulillo cambia de forma y se vuelve triangular. Así, los vértices son 3 venas centrolobulillares, y en su centro se encuentra un conducto biliar de un espacio porta. De esta forma, la circulación sanguínea es centrífuga; y la circulación biliar, centrípeta.
  • Acino portal, basado en los patrones de degeneración por isquemia. Concebido hacia la década de 1950 y descrito por Rappaport. Es la fracción de parénquima dispuesta alrededor de su eje sanguíneo nutricio central. El lobulillo ahora es un rombo, cuya diagonal mayor une dos venas centrolobulillares y cuya diagonal menor une dos espacios porta.

En el acino portal se distinguen 3 zonas, con la zona más central (zona 1) siendo la que recibe más oxígeno y la zona 3 la que menos. Es sencillo pensar que cuando ocurre un accidente isquémico, la zona 1 es la que resulta menos dañada.

Sin embargo, cuando hay un contacto con agentes tóxicos o se produce estasis biliar, la zona 1 se va a ver más afectada, ya que es la primera en filtrar las sustancias y se lleva la mayor parte de las toxinas que la zona 3, que recibe la sangre mucho más filtrada.

Histología de la Vesícula Biliar

Toca hablar de la famosa vesícula biliar, nuestro almacén de bilis, capaz de concentrarla hasta 20 veces al absorber el 90% del agua presente en ella.

Este saquito adherido al hígado tiene varias capas:

  • Un epitelio cilíndrico simple, que reviste toda la superficie de la vesícula. Presenta microvellosidades muy cortas y que se separan en la base y que tienen características algo similares a los enterocitos. A veces tienen gránulos mucosos en su porción apical, que secretan moco protector frente a la bilis. En la pared, hay profundas invaginaciones en la mucosa que originan los senos de Rokitansky-Aschoff, que alcanzan (y a veces sobrepasan) la capa firbomuscular.
  • Una lámina propia, muy vascularizada y con células defensivas, aunque carece de glándulas.
  • En la vesícula no hay ni muscularis mucosae ni submucosa.
  • Una capa muscular, que le otorga capacidad contráctil. La capa es muy gruesa, con fibras musculares lisas con orientación aleatoria. Al tener conjuntivo abundante, hablamos de una capa fibromuscular.
  • Una serosa, que desaparece en la porción de adhesión al hígado. Está revestida por mesotelio; excepto la cara de adherencia, que tiene adventicia.

Histología de la Vía Biliar

Para concluir esta sección, debemos de hablar de los conductos de circulación biliar.

Hay un conducto biliar, que se encuentra en el espacio porta, y se distingue bien al MO, ya que está revestido por epitelio cúbico simple rodeado de conjuntivo.

Hemos comentado que entre hepatocitos contiguos, se formaban canales sellados o canalículos biliares para el trasiego de la bilis que producen estas células, compuesta por ácidos biliares conjugados y bilirrubina. Estos canalículos recorren una zona labrada en la lámina propia.

Los canalículos se anastomosan entre sí y dirigen la bilis a la periferia del lobulillo hepático. Desembocan en el colangiolo o conducto de Hering, ya en la periferia. Este conducto atraviesa la lámina hepática limitante y llega al conducto biliar del espacio porta.

Poco a poco, se van fusionando entre sí; y cuando se hacen macroscópicos, se denominan conductos hepáticos. Estos fusionan en forma de conducto hepático común, que a su vez se une con el conducto cístico de la vesícula y forman el colédoco.

El colédoco se fusiona con el conducto pancreático de Wirsung, y en ese lugar se produce una dilatación, constituyéndose la ampolla hepatopancreática de Vater, que desemboca en la segunda porción de duodeno a través del esfínter de Oddi.

A la salida de la vesícula biliar, en la primera porción del conducto cístico, existen unas rugosidades en la mucosa, denominadas válvulas espirales de Heister.

Poco antes de la fusión con el conducto de Wirsung, hay un esfínter (de Boyden) en el colédoco y otro en el conducto pancreático (esfínter principal).

Índice

Post populares